Mujeres entre laberintos de té
Subo los escaleras de tierra lento, con parsimonia, sintiendo el cansancio en cada paso. Los pies abatidos por el calor. Olor a humedad. Ando liviana con shorts de jean clarito, una camisa cuadriculada en la gama de los fucsias y ojotas marrones. En cada escalón freno, recuperó el aire y miro hacia los costados con fascinación. Pasillos angostos, eternos y alineados entre sí, formados por arbustos de un verde intenso, que me recuerda al pasto brasileño. Pasillos escalonados, laberintos de plantas de té.
Ellas me asombran con sus polleras largas de telas violetas, rojas y azules. Llevan camisas anchas en colores intensos y vivaces que contrastan con los arbustos. Aparecen y desaparecen sonriendo enigmáticamente. Sujetados por un pañuelo, cuelgan de sus cabezas canastos de mimbre llenos de hojas. No sé si están sufriendo o son felices. Logró acercarme a una trabajadora. Veo las arrugas en su rostro de tez oscura, notó el punto rojo en la frente y entiendo que se trata de una mujer hindú. Me mira y extiende su mano, la sujeto y siento aspereza entre los dedos que me entregan una hoja verde. La agarro y la huelo, me dejo llevar por ese olor a té negro fresco y fuerte. Le devuelvo la hoja y le agradezco, ella me mira y sonríe.
