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Las dos Australias

Llegué a Australia en octubre del 2014 y dos años y medio más tarde me fui. Durante este tiempo, trabajé en Sídney, viví a una cuadra de la playa en Bondi Beach, pueblo hippie-chic y recorrí con una campervan la costa este de Australia. Viaje a otras ciudades como Melbourne, Adelaide, Brisbane y Perth. Visité Tasmania y aprendí que no era una isla independiente como lo muestra el tablero del T.E.G, sino que también es parte de Australia. Visité Uluru, la mística roca en el desierto y me perdí por varios parques nacionales, pero fue en mis últimos diez días que conocí la otra Australia.

Primer mundo, le dicen

Maravillada quedé la primera vez que me tomé el colectivo. Primero, por la existencia de un cronograma indicando los horarios del bondi y segundo, por la puntualidad del mismo. Detalles que veía como irrealidades; los vagones del tren limpios con aire acondicionado y la gente entrando sin empujar. Parrillas públicas en los parques y en las playas, efectivamente cuidadas por los ciudadanos y bien mantenidas por el gobierno. Seguridad al caminar, a la mañana, de noche, de madrugada. Facilidad para pagar alquiler y servicios o para abrir una cuenta bancaria.

De cervezas y cafés

Sídney y Melbourne, cosmopolitas. Bienvenida la diversidad cultural y religiosa. Libertad y respeto a la homosexualidad. Variedad de festivales; musicales, artísticos y gastronómicos. El barista, el sensei del café. Una cultura cafetera impensada. Café Latte, Cappuccino, Flat White, Macchiato y la lista de opciones es amplia y siempre hay fila para pedir uno.

Principios del 2015, mientras el dólar australiano perdía competitividad contra el dólar, los aussies, abreviatura y apodo para australianos, seguían disfrutando de sus playas paradisíacas, de sus extraordinarias cervezas y de sus hamburguesas con remolacha. Prosperidad en el aire.

Partida y travesía

16 de junio 2017. Entrego las llaves de mi casa y me despido de Sídney. Me voy convencida que viví en la mejor ciudad del mundo. El plan era viajar a Broome, ciudad el noroeste de Australia y de ahí manejar hasta Darwin, ciudad al norte de Australia en una casa rodante. Una ruta desértica, con atracciones naturales alucinantes, pero con menor promoción turística que otros rincones del país. Faltaba deambular por ese tramo.

La cuestión aborigen

Sabía que Australia había sido, a finales del siglo XVIII, el destino elegido para convictos británicos. También que hace más de 50.000 años está habitada por comunidades aborígenes. Desde que llegué a Sídney, en varios actos públicos había visto la bandera aborigen. Alguna que otra vez, vi a un indígena en Sídney vendiendo su arte en la calle. También en Uluru y en Perth, pero fue cuando llegué a Broome, que entendí de que se trataba la cuestión. Ahí conocí un pueblo donde viven australianos, extranjeros y también aborígenes. Viven, no conviven. La mayoría de los aborígenes están en la calle o en las plazas alcoholizados o drogados, esperando bajo un árbol que transcurra el tiempo, mientras observan, gritan o ríen. Los australianos o extranjeros trabajan en las tiendas, restaurantes y bares. También les venden alcohol o comida a los aborígenes, ahí interactúan, el resto del tiempo todos se ignoran. La diversidad abunda, la coexistencia es pacífica, la integración es nula.

Este nivel de no relacionamiento se repite en todos los pueblos hasta llegar a Darwin, donde sigue y se acentúa por la restricción de la presencia aborigen en la zona turística más cara. Prohibido el paso…

Será qué

Las distancias entre los pueblos son largas. El tiempo transcurre a ritmo pausado. El paisaje es árido y rojizo. La eficiencia característica del este australiano no se ve. La frecuencia de transporte público es baja. Tal vez sea el calor abrumador, tal vez sea la necesidad de más baristas. Es simplemente que este lado de Australia, me recuerda al olvido.

Nosotros

Somos Tamar y Lucas, una pareja argentina que vivió los últimos 3 años en Sídney, Australia. Durante ese tiempo, además de trabajar, recorrer y disfrutar de un gran país, empezamos a idear un proyecto: dar la vuelta al mundo.
Hoy finalmente, lo estamos concretando.

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