En bicicleta por Angkor Wat
Los hombres la abandonaron. La selva se la comió. Desapareció, quedó perdida en el mapa y los habitantes del mundo se olvidaron de Angkor, la capital del Imperio Jemer. Un imperio que brilló entre los siglos IX y XV y que, con el tiempo, se debilitó. Los árboles arrasaron con la piedra y los templos mutaron a estructuras naturales. Sólo un templo resistió a las garras de la naturaleza: Angkor Wat, el único sitio que permaneció habitado por monjes budistas y que se convirtió en el emblema de este fascinante sitio arqueológico.
Amanecimos 4am, las calles estaban vacías, la noche húmeda y nublada. Agarramos las mochilas, nos pusimos la linterna en la cabeza y empezamos el recorrido hacia Angkor Wat.
Pedaleamos en soledad 6km y llegamos a un destino ridículamente poblado de turistas. Todos madrugamos para ver el amanecer en el templo más importante de Camboya. En silencio esperamos mientras disfrutamos de un desayuno improvisado y luchamos contra mosquitos hostiles. La suerte miró para un costado, las nubes opacaron la gran foto y el amanecer brilló por su ausencia.
Con o sin sol, Angkor Wat deslumbra y cautiva a todo aquel que camina sus muros haciéndolo sentir diminuto. Es la mayor estructura religiosa jamás construida. En sus orígenes, fue un templo hindú dedicado al dios Vishnu, pero con el tiempo sufrió remodelaciones para adaptarse también a las prácticas budistas, cada vez más frecuentes en el Imperio Jemer.
Subimos a las bicicletas y empezamos nuestro circuito de 50km por el complejo con la idea de ver más templos, Angkor Wat era sólo un gran principio. Calles tranquilas, rodeadas de verde conectan templos que fueron redescubiertos a mediados de siglo XIX. Impresiona ver cómo la selva los ocultó durante siglos, como una construcción de semejante dimensión se esfumó. Cada uno tiene su atractivo. El calor abruma, subir los escalones para apreciar las vistas pesa, pero todo sorprende en especial lugares como Angkor Thom, o más conocido, como el templo de Tomb Raider. Es que acá la naturaleza directamente invadió creando formas surrealistas. Troncos de árboles tejidos sobre los techos de piedra abrazan ventanas. Árboles jugando a ser serpientes enroscadas en las paredes, destruyendo y construyendo. Un musgo verde intenso dándole vida al gris de las piedras aplastadas.
Los pedaleos en el día se ralentizan, el cansancio pesa y el calor es desgastante, pero la selva sigue regalando grandes visiones.
El templo Bayón y sus caras. Cientos de Budas sonrientes tallados sobre piedra decoran las torres de este sitio religioso. Miran hacia todos los puntos cardinales generando una sensación de paz y serenidad. Parece que custodian, cada rostro es único, sonrisas y miradas diferentes.
El predio es inabarcable en un sólo día y menos en bici, después de 16 hs pedaleando dimos por terminado el día. Selva, historia, cultura y misterios arqueológicos aún por resolver hacen de la visita una experiencia mística. Angkor Wat es la portada, pero sin duda, cada templo aporta a un todo majestuoso.